Anton Costas
Presidente del Consejo Económico y Social (CES)
Permítanme comenzar señalando brevemente lo que entiendo por «empresa» y por «empresario». Para mí, el término empresa es sinónimo de la existencia de un proyecto vital a largo plazo, sostenido por personas a las que se puede llamar con propiedad empresarios. Si en una actividad económica, cualquiera que sea, no veo ese proyecto vital a largo plazo, tiendo a pensar que no estoy ante una empresa sino ante un «negocio», ya sea grande o pequeño, animado tan sólo por el impulso de supervivencia o el de lograr un resultado financiero, pero no por el de crear algo nuevo y duradero.
En mi relación personal a lo largo de la vida con empresarios y empresarias he podido ver que el proyecto vital empresarial está animado por dos impulsos básicos. El primero es la idea de servir a la sociedad innovando, ya sea en la producción o en la provisión de un bien o servicio que aporte valor a la sociedad. El segundo es la ambición de crecer, en cualquiera de las dimensiones de la empresa.
La importancia de la ambición de crecer la he visto reflejada en la conducta de amigos empresarios. No hace mucho, al ver el crecimiento que estaba teniendo una empresa del sector de hostelería fundada y presidida por un empresario amigo, un conocido bróker le propuso sacar su empresa a bolsa para que así pudiera «hacerse rico». Molesto con esa idea, mi amigo empresario dio un paso atrás y un poco alterado respondió: «Yo no quiero hacerme rico, el que quieres hacerte rico eres tú, yo lo que quiero es hacer crecer mi proyecto empresarial». Y es verdad, la motivación intrínseca de un empresario no es hacerse rico, sino lograr llevar adelante su proyecto y, por el camino, ganar dinero. Fundamentalmente, dinero para poder seguir creciendo.
Las razones para crecer me vienen de otro amigo empresario, Salvador Gabarró, mítico gerente general del grupo Roca Radiadores (ahora Grupo Roca) y, más tarde, presidente de Gas Natural-Fenosa. Recuerdo que cuando, a la vuelta del siglo, Roca dio la campanada de comprar a su principal competidor europeo, una empresa suiza-alemana, le pregunté el porqué de esa ambición por crecer.
En primer lugar, me dijo, porque cuando dejas de pensar en crecer, dejas de comportarte como empresario para convertirte en un gestor honesto de un negocio, ya sea movido por la inercia de sobrevivir o por el objetivo de obtener resultados financieros. En segundo lugar, me dijo, y esto fue para mí más revelador, porque si no creces no puedes retener al mejor talento joven que tienes en tu empresa. En la medida en que los puestos intermedios y directivos están ya cubiertos por personas válidas, si la empresa no crece no tiene capacidad para retener al talento joven que se ha ido formando en ella. De ahí que el crecimiento sea una condición necesaria en la estrategia de formar y retener talento.
La necesidad de contar con talento es hoy un clamor en las empresas. Muchas afirman que no pueden crecer porque no encuentran personas con las capacidades adecuadas, pero yo creo que esta necesidad no se enfoca del todo bien. Ante esta carencia, la expresión habitual es salir a «captar talento». La idea implícita que está detrás de «captar» es que en una sociedad hay una cantidad limitada de talento que sólo tienen algunas personas; lo que tiene que hacer una empresa es salir a buscarlas. Esto me hace recordar al filósofo Diógenes de Sinope que salía a plena luz del día a las calles de Atenas con una lámpara de aceite encendida mientras decía que buscaba a un hombre honesto, sugiriendo lo difícil que era encontrarlo. Algo similar ocurre con la idea de salir a captar talento. Este es un enfoque equivocado. El talento es una cualidad que, en una u otra cantidad, la Providencia ha dado a todas las personas. Es la sociedad, y también las empresas, las que tienen que dar oportunidades a las personas para desarrollar su talento. Para ello, las empresas tienen que implicarse en la formación del talento que necesitan.
En muchos casos se identifica esa carencia de talento con la falta de una educación generalizada centrada en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés). Aunque una base más amplia de STEM pueda beneficiar a las empresas y a la economía española en su conjunto, la cuestión del talento y el dinamismo empresarial va por otro lado. Cuando observo la evolución de la empresa en España, veo que muchas de las ideas innovadoras y de los nuevos proyectos empresariales que se han puesto en marcha en nuestro país en las últimas décadas han surgido desde abajo, desde el dinamismo de personas animadas por su deseo, su capacidad y su aptitud para crear.
“El talento es una cualidad que, en una u otra cantidad, la Providencia ha dado a todas las personas. Es la sociedad, y también las empresas, las que tienen que dar oportunidades a las personas para desarrollar su talento. Para ello, las empresas tienen que implicarse en la formación del talento que necesitan”.
El mercado laboral de nuestro país no sólo necesita más conocimientos técnicos; a mi juicio, requiere también habilidades sociales, capacidad de pensar con imaginación, capacidad para desarrollar soluciones creativas frente a desafíos complejos y capacidad para adaptarse a circunstancias cambiantes. Estas habilidades y valores no se aprenden en las escuelas ni en las universidades, se aprenden en el trabajo, en las empresas. Por eso pienso que el modelo formativo más exitoso para que las personas puedan desplegar el talento y realizar vidas plenas es el que combina escuela con empresa, universidad con empresa. Es decir, el modelo basado en la formación dual, tanto la profesional como la universitaria, así como la formación para el empleo de las políticas activas de empleo. El modelo de formación dual es el mejor instrumento que tienen las empresas para formar el talento específico que necesitan para su crecimiento.
Esta no es solo una opinión personal, sino algo contrastado por la evidencia empírica para nuestro país. Les sugiero leer un informe reciente del Consejo Económico y Social de España (CES) sobre La formación dual en España. Situación y perspectivas (2023). El informe sigue las trayectorias laborales de los estudiantes que han cursado formación profesional dual en el curso 2016-2017 y compara estas trayectorias con un grupo de control de estudiantes que han hecho formación profesional no dual. Todos los parámetros mejoran en la trayectoria laboral de los estudiantes que han cursado la formación dual: disminuye el abandono escolar, se reduce el tiempo que pasa entre acabar los estudios y tener empleo, mejora la calidad del empleo y los salarios. Y las empresas que participan, en igualdad de condiciones con la escuela como agentes formadores en los programas de dual, manifiestan su satisfacción con su implicación en el hecho de que retienen para si un elevado porcentaje de los alumnos que participan en esos programas. Tiene todo el sentido, porque esos alumnos ya han entrado en contacto con la cultura de la empresa y sus formas de hacer. A mi juicio, la formación dual es la Celestina que necesita nuestro país para emparejar, por un lado, el deseo de muchas personas de tener un buen empleo con, por otro lado, la necesidad de las empresas de contar con trabajadores y trabajadoras con talento para apoyar su crecimiento.
En muchas ocasiones me he preguntado qué tienen en común las empresas que permanecen en el tiempo. Pienso que es la combinación de la ambición de crecer con un amor a la empresa que pasa de los fundadores a las siguientes generaciones y que hace que las buenas empresas se impliquen en acciones que son, a la vez, beneficiosas para ellas y para la sociedad en la que se insertan. Este compromiso es percibido y apreciado por el conjunto de la sociedad. En ocasiones se pone en duda el apoyo de la sociedad española a la actividad empresarial. Algunos tienen la impresión de que la sociedad no les reconoce su aportación al bien común. No es cierto. Recuerdo un estudio de Metroscopia del año 2023 en que preguntaba a los ciudadanos sobre su percepción de la empresa española. Un elevadísimo porcentaje mostraba su apoyo a las empresas entendidas como un proyecto vital a largo plazo. Las empresas que tienen en su ADN la ambición de crecer y contribuir a formar talento son siempre percibidas como buenas empresas.
La ambición de crecer y formar talento es el rasgo diferencial que veo en las empresas de la Fundación CRE100DO. En los textos de sus fundadores y CEO, que se incluyen en este libro conmemorativo de los diez años de la Fundación, queda muy bien reflejada esa motivación de construir proyectos empresariales de largo aliento que aporten valor a la sociedad mediante su compromiso con la formación de talento y que contribuyan a afrontar los retos de sostenibilidad y competitividad, que trae esta nueva era para las economías española y europea. Son el ejemplo de las buenas empresas que necesitamos y son la principal esperanza para promover el dinamismo económico de nuestro país, la innovación y la productividad. A todas ellas y a la Fundación CRE100DO, mi felicitación, mi reconocimiento y mi ánimo para seguir creciendo.
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